Locke y Berkeley: Sobre el conocimiento

John Locke

En el Ensayo sobre el entendimiento humano, John Locke (1623-1703) pone sobre la mesa filosófica el problema del conocimiento en sus diferentes dimensiones –fundamento, certeza, límites, etéctera–, provocando una reacción especulativa que se va a desplegar a lo largo de los siglos XVII y XVIII con autores como Leibniz, Berkeley, Hume y Kant.

El saber del ser humano tiene su fundamento en la experiencia. Los datos que se obtienen del mundo externo son captados a través de la sensación, y el entendimiento lleva a cabo con los tales una reflexión que produce en la mente un conjunto de representaciones. Locke no cuestiona la autocerteza cartesiana, esto es, no cabe duda de la propia existencia, pero en cuanto al mundo externo se refiere, al depender su conocimiento de la sensación, la certeza en este ámbito queda malparada.

Con la metafísica clásica y Descartes las ideas innatas apuntalan el conocimiento. Pero Locke rechaza el innatismo.

La manera como adquirimos cualquier conocimiento basta para probar que no es innato. Es opinión establecida entre algunos hombres, que hay en el entendimiento ciertos principios innatos; ciertas nociones primarias (κοιναὶ ἔννοιαι), caracteres, como impresos en la mente del hombre, que el alma recibe en su primer ser y que trae al mundo con ella. Bastaría, para convencer al desprejuiciado lector de la falsedad de semejante su posición, limitarme a mostrar […] de qué modo los hombres, con el solo empleo de sus facultades naturales, pueden alcanzar todo el conocimiento que poseen sin la ayuda de ninguna impresión innata, y pueden llegar a la certeza sin tales nociones o principios innatos.1

Las ideas son sensaciones y percepciones de nuestra mente. Existen dos tipos de ideas, a saber, las simples (se originan en la sensación con el sentido externo y la reflexión con el sentido interno) y las complejas (el entendimiento realiza representaciones complejas, esto es, abstracciones, a partir de las ideas simples). La abstracción es una generalización que consiste en realizar una representación general de unos seres particulares de una misma especie. La abstracción de Locke deja a un lado la abstracción aristotélica-escolástica consistente en la captación de las esencias y se conforma, por decir así, con una función simplificadora en la que no cabe la metafísica de las esencias de aquélla. Locke, de hecho, realiza una crítica de la metafísica desde su nominalismo:

[…] lo general y lo universal no pertenecen a la existencia real de las cosas, sino que son invenciones y criaturas del entendimiento, fabricadas por él para su propio uso, y que se refieren tan sólo a los signos, ya se trate de palabras o de ideas.2

Por tanto, para el filósofo inglés los conceptos generales fruto de la abstracción son, por decir de algún modo, constructos intelectuales-linguísticos.

Cuando Locke habla de abstracción no se refiere a ningún conocimiento directo de la estructura esencial de la realidad, sino […] se refiere sólo a asociaciones de apariencias que llevamos a cabo por costumbre.3

La sustancia se queda en la filosofía de Locke como un instrumento lógico que facilita la experiencia con el mundo externo. El filósofo inglés, pues, rechaza la posibilidad de un conocimiento metafísico de las esencias, y, de este modo, rechaza el conocimiento de la realidad en sí.

George Berkeley

El postulado fundamental de la filosofía de George Berkeley (1685-1753) es: esse est percipi (ser es ser percibido). Escuchemos a Marzoa:

Locke había admitido que las sensaciones son producidas por algo exterior y les había reconocido un carácter de «verdad». Berkeley establece que la «verdad», el «ser», que hay en dichas ideas, consiste meramente en que son percibidas por mí como tales ideas: esse est percipi («ser es ser percibido»). Es absurdo, según Berkeley, admitir que de nuestras ideas puedan ser causa cosas materiales, porque la materia no puede actuar sobre el espíritu, no puede producir algo inmaterial.4

Los cuerpos sólo tienen sustancia en una mente, es decir: «su ser (esse) consiste en que sean percibidos o conocidos.»5 Por tanto, para que una cosa exista, necesariamente tiene que pensarse, o sea, estar en un espíritu (o mente).

En consecuencia, desaparece toda razón para admitir la existencia material de cosas. Berkeley se queda solamente con Dios, como causa de las ideas, y con la mente. Se dice que su doctrina es un «acosmismo» (negación del mundo) y «amaterialismo» (negación de la materia).6

Berkeley defiende, pues, una metafísica idealista que señala la necesidad de un sujeto cognoscente para que algo pueda existir. Tal sujeto es el espíritu, siendo el espíritu superior Dios. ¿Qué es, entonces, este mundo material cuya existencia nos resulta tan evidente? Un conjunto de percepciones dispuestas por Dios. Con el pensador irlandés el conocimiento externo es imposible, pues de «[…] los cuerpos sólo tenemos su ser percibido (tesis básica del pensamiento de Berkeley).»7

1Locke, 1999, p. 21.

2Ibíd., p. 403.

3Meca, 2019, p. 262.

4Marzoa, 2003, p. 102.

5Berkeley, Principio del conocimiento humano. Apud Meca, 2019, p. 266.

6Marzoa, loc. cit..

7Meca, op. cit., p. 269.

Autor: F. Moa

Cuentista a tiempo parcial. Soy antifilósofo porque envidio la imaginación de los filósofos. Todo cambia (incluso las verdades).

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