Los pueblos y el progreso

Hegel
Georg Wilhelm Friedrich Hegel

El espíritu de un pueblo aspira a la universalidad, abriendo así la «posibilidad de que lo universal, que hay en él, aparezca como lo contrario de él». En efecto, «su negación se manifiesta en él mismo», esto es, surge lo negativo como descomposición interior («la ruina arranca de dentro, los apetitos se desatan, lo particular busca su satisfacción […]»). A esta descomposición interior suele unirse un poder externo «que quita al pueblo la posesión de la soberanía y es causa de que cese de ser pueblo». Estas creaciones que arrancan en el seno de los espíritus de los pueblos marcan lo que Hegel llama progreso. Un pueblo es un ser vivo y hace madurar su fruto, un fruto, sin embargo, que no disfrutará, antes al contrario, será para él «un trago amargo». El fruto se torna una vez más simiente, «pero simiente de otro pueblo, que ha de hacerla madurar». Todo nuevo espíritu de un pueblo es un proceso, o mejor dicho, una fase que aspira al espíritu universal, o sea, alcanzar su conciencia, y, en definitiva, su libertad.

Todos los textos entrecomillados pertenecen a las Lecciones sobre la filosofía de la historia universal de Hegel.

Autor: F. Moa

Cuentista a tiempo parcial. Soy antifilósofo porque envidio la imaginación de los filósofos. Todo cambia (incluso las verdades).

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