El inicio del autoritarismo monárquico a finales del Medievo en la Europa Occidental

Tras la Guerra de los 100 Años el prestigio de la monarquía en Francia es muy elevado. La expulsión iniciada por Carlos VII es completada por Luis XI. El monarca francés se enfrenta ahora a una alianza de nobles, siendo el nombre más peligroso Carlos el Temerario, duque de Borgoña. El conflicto entre la nobleza y la monarquía francesa empieza con un aparente fracaso de ésta, pero al cabo Luis XI logra vencer a los borgoñeses —Carlos el Temerario ha muerto— gracias a la combinación de las acciones militares y diplomáticas.

Los sucesores de Luis XI, a finales del siglo XIV, reciben un Estado sólido donde la monarquía controla la nobleza. Esta solidez le va a servir para que Francia intervenga en los asuntos de la península italiana. Sin embargo, otra gran potencia, la monarquía de los Reyes Católicos, chocará con la monarquía francesa.

Inglaterra, por su parte, sufre la pérdida de prestigio de los Lancaster tras su fracaso en la Guerra de los 100 Años. Hay un descontento generalizado en el país que se consuma en un choque violento conocido como “La Guerra de las dos Rosas” —la rosa blanca de los York vs la rosa roja de los Lancaster—. Se trata de un choque de partidos aristocráticos que buscan compensaciones a las pérdidas sufridas en el continente. Este choque se va a resolver finalmente con la coronación de un miembro de una rama de los Lancaster: Enrique Tudor (Enrique VII). Su coronación supone el fin de esta guerra y el inicio de la constitución de una sólida monarquía en Inglaterra. Cuando muera Enrique VII en 1509, dejará para sus sucesores un autoritarismo real en el que la nobleza estará prácticamente aniquilada en tanto la burguesía quedará sometida a la nueva monarquía. Además, el Parlamento se habrá convertido en un mero juguete al servicio de la voluntad real.

En términos generales, a finales del Medievo las monarquías de la Europa occidental se erigen como principales fuerzas políticas, dejando al margen los tradicionales poderes universales —el Imperio y el Pontificado— y quebrando tanto la omnipotencia de la nobleza como el poder de los parlamentos.

Autor: F. Moa

Cuentista a tiempo parcial. Soy antifilósofo porque envidio la imaginación de los filósofos. Todo cambia (incluso las verdades).

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