Las demandas son deseos de los miembros de una comunidad política que toma decisiones políticas. Son estas demandas los desencadenantes de las acciones políticas. Pongamos un ejemplo: existe el deseo de un grupo de pobladores para usar los recursos del pueblo en la construcción del puente; tal deseo se formula en una junta; después el referido deseo, ahora ya con la forma de demanda, se presenta a unos funcionarios a través de un portavoz de la junta.
Las demandas pueden ser satisfechas, con lo que se fortalece el apoyo, pero si no son satisfechas, entonces la insatisfacción provocará un retiro de apoyo. La cuestión es que no se pueden satisfacer todas las demandas todo el tiempo, y esto es así en todos los sistemas políticos. Entonces, ¿cómo se puede superar este problema? A través de unas técnicas de sobrevivencia de los sistemas políticos. Entre estás técnicas destacan: el uso de la fuerza —sólo resulta útil en casos muy concretos frente a ciertas situaciones de desobediencia—, la diplomacia, la intriga, la manipulación de grupos, un sistema de valores —un sistema de valores da legitimidad al sistema político, por lo que si una demanda no es satisfecha, los demandantes pueden asumir que eventualmente lo será— y la reserva de grupo. Para esta última técnica, se nos dice:
[…] el recuerdo de demandas satisfechas en el pasado puede amortiguar el impacto de resentimiento causado por demandas actuales no satisfechas.
F. Moa 