El reino de Filipo II de Macedonia

Filipo II de Macedonia - Desperta Ferro Antigua y Medieval n.º21Filipo II convirtió el frágil reino de Macedonia en una importante potencia de la región durante la segunda mitad del siglo IV a.C. Este audaz rey expandió el territorio macedonio por medio de diversas conquistas: Tracia, zonas costeras del Egeo en dirección al Dardanelos y la península calcídica. Con la introducción de la falange —agrupación de infantes armados con largas lanzas—, obtuvo el monarca un ejército “invencible” con el que derrotó a Atenas y a sus aliados en la batalla de Queronea.

Los demócratas atenienses recelaban de Felipo II antes de esa referida batalla de Queronea. Demóstenes, un excelente orador, proclamaba encendidos discursos —Filípicas— contra las “peligrosas” ambiciones de Filipo II. Demóstenes proponía crear un frente panhelénico para hacer frente al rey macedonio, pero sólo logró que se produjera una alianza de dos “póleis”: Atenas y Tebas. Estas dos ciudades-Estado se enfrentaron al ejército macedonio en Queronea en el año 338 a.C. La falange macedonia machacó al ejército ateniense en tanto la caballería, dirigida por un jovencísimo Alejandro —hijo de Filipo II—, vencía a las tropas tebanas.

El rey macedonio era consciente de que Atenas era la capital cultural de Grecia y que Macedonia había sido considerada históricamente “semibárbara”. Fue por ello que trató de vincular su reinado con Atenas, para así legitimar el poder macedonio sobre toda la Hélade. A través de su diplomacia, Filipo II llegó a formar una liga panhelénica con la que estableció la paz en Grecia. A partir de este momento, con la Hélade pacificada y sometida a su dominio, inició los preparativos para emprender la guerra contra Persia, pero tales preparativos fueron interrumpidos por su asesinato en Pella —capital de Macedonia— en el año 336 a.C. La autoría intelectual del asesinato de Filipo II sigue perteneciendo al ámbito de las controversias.

La Macedonia de Filipo II

En torno a la segunda mitad del siglo IV a.C. emergió con fuerza la Macedonia de Filipo II (rey entre el 359 y el 336 a.C.). Filipo era un audaz político y militar que alcanzó la hegemonía de Grecia. El rey macedonio sentía admiración por Atenas –la capital cultural de Gracia– y era consciente de que Macedonia había sido considerada históricamente “bárbara”. Por tanto, uno de de sus principales objetivos no era otro que vincularse con Atenas y, de este modo, legitimar su papel dominante en el mundo griego…

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El Imperio Persa

A partir del s. VIII a.C. un grupo de tribus persas se asientan en la zona montañosa de la actual Irán bajo el mando de un supuesto jefe tribal llamado Aquemenes –de aquí el nombre de la dinastía aqueménida–. La expansión persa empieza a desplegarse con el reinado de Ciro II el Grande en el s. VI a.C., estableciéndose con él una política activa de conquistas y posteriores conciliaciones impregnadas de tolerancia con las que domina en un primer lugar a las tribus más próximas, como las iranias, después irán cayendo bajo su dominio los medos, lidios y, también, las póleis jonias y Siria. Un momento clave de esta expansión persa bajo el reinado de Ciro II el Grande es la conquista de Babilonia en el 539 a.C., pues se trata de un enclave de gran valor que une el oriente y el occidente mediterráneos. Después su sucesor, Cambises II, conquistaría Egipto y tras éste, Darío I, desarrollaría una política económica cuya máxima expresión se concretaría en la conexión comercial entre Egipto y el valle del Indo. Cuando Jerjes I llegue al poder se va a producir la gran derrota de los persas frente a los griegos en las guerras médicas y, con ello, una evidente primera señal del declive de este Imperio que ya en tiempos de Darío II será marcado y, al cabo, con Darío III en el s. IV a.C. resultará definitivo con la derrota persa frente a los griegos dirigidos por Alejandro Magno, quien en el año 330 a.C. entrará triunfal en Persépolis.

En cuanto a la organización del Imperio, éste se caracterizó por estar gobernado bajo el fuerte autoritarismo del monarca, quien tenía como gran tarea mantener unido a un grupo heterogéneo de súbditos que pertenecían a pueblos y etnias muy diferentes. El monarca buscaba, ante todo, la lealtad, y para ello trataba de evitar el terror, pero no dudaba en castigar muy duramente las rebeliones. Los territorios del Imperio de dividían en provincias (satrapías), cada una de ellas dirigida por un gobernador (sátrapa). El control de las satrapías lo realizaba el monarca por medio de unos funcionarios itinerantes que constituían “los ojos y los oídos del rey”. Las comunicaciones debían ser rápidas entre las diferentes satrapías y la capital, por lo que se construyó una extensa red de vías –“camino real”– que atravesaba todo el territorio desde la capital Susa en todas las direcciones.

En cuanto al plano económico, el imperio trataba de ser autosuficiente en la medida en lo que se lo permitía el vasto territorio que controlaba, pero tuvo, al mismo tiempo, una gran importancia el intercambio comercial con el exterior, tanto con oriente como con occidente.

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