Número y armonía: el mundo pitagórico

Pitágoras moneda
Pitágoras en una moneda (Wikipedia)

Para los pitagóricos todo es número y armonía. En cuanto al número (ἀριθμός), éste es ἀρχὴ, por lo que: «Toda determinación ontológica, todo que constituye el ser de algo, es numérico»1. Dicho de otro modo: los números son las esencias de las cosas; «el número es el ser verdadero de las cosas»2. Ahora bien, téngase en cuenta que los números aquí, a diferencia de lo que sucede con los números platónicos, son cosas y no modelos-ideales. Los números son con los pitagóricos las cosas mismas. Por lo que se refiere a la armonía (συμφωνία), ésta ordena los números (la realidad), y así se entiende que el universo está regido por la susodicha armonía. Se observa, por tanto, gran similitud entre la armonía de los pitagóricos con el λóγος de Heráclito, el cual posibilita a través de las transformaciones del fuego la armonía universal. El λóγος del filósofo de Éfeso despliega la realidad y la ordena en tanto que para los pitagóricos la armonía misma es un “agente” activo que ordena el universo. El λóγος de Heráclito hace y deshace por medio del fuego, el cual es también razón, pero la armonía pitagórica, hasta donde yo alcanzo, rige el universo sin remitirse a esa razón de una manera explícita. Con todo, ¿cómo va a regir -desde la perspectiva pitagórica- la armonía el universo si no es a través de una razón que queda reflejada en las relaciones numéricas, esto es, en las relaciones que tienen entre sí las cosas?

1Marzoa, 2013.

2Nietzsche, 2004.

Presocráticos: Ontología a partir de la Física

Es llamativa esta afirmación de Nietzsche: «Otros pueblos tienen santos, los griegos tienen sabios»1, aunque (hasta donde yo alcanzo) parece haber consenso en considerar a santos como San Agustín o Santo Tomás como sabios. Y si lo que nos quiere decir Nietzsche con esa frase es que los sabios griegos se deslindaron de mitos, religiones, etcétera (a diferencia de los santos), bien hemos visto desde el principio que no es así. Sea como fuere, este asunto de los santos y sabios lo dejaré para otro momento, pues lo que me interesa ahora es ver cómo la filosofía griega empieza cuando Tales establece el agua como ἀρχή.

Sobre el principio de Tales de que “todo es agua”, Nietzsche observa que el de Mileto está introduciendo con la mencionada tesis un pensamiento metafísico, a saber: “todo es uno”. En efecto, bien se puede decir que Tales está lanzando una hipótesis que está más allá del dato empírico, más allá de la experiencia. Como ya dije al principio, cuando hablé de la φύσις, los presocráticos recurrieron a la especulación para construir sus hipótesis (enunciados, máximas, dogmas, etcétera), esto es, hipótesis “puramente racionales”, lo que supuso un salto de la Física a la Ontología. Y si consideramos a Tales “el primer filósofo griego”, podemos añadir que el de Mileto fue el primer filósofo griego en practicar la Ontología. Sin embargo, tiene que quedar claro que Tales no dijo (que se sepa) “todo es uno”.

1Nietzsche, 2004.

Presocráticos: el problema fundamental

Rubens-Heráclito
Peter Paul Rubens: «Heráclito»

La razón no pudo con el mito, pero tampoco éste con aquélla. Hablo de un periodo de unos ciento cincuenta años, los que van desde Tales a los sofistas. Mito y razón se enzarzaron en una lucha cuyo fruto fue una bella filosofía que giraba en torno a la φύσις. Algo hay en lo anterior que tiene que ver con lo que decía Heráclito: «Lo contrario con-viene, y de lo diferente armonía supremamente bella»1. No hubo, por tanto, un paso del mito al λóγος, pero sí un nuevo guerrero capaz de hacer frente al mito. La lucha de ambos (mito y razón) dio lugar a un relato llamado filosofía.

En aquellos años ciudades como Éfeso, Mileto, Clazómenas, Samos, etcétera, conformaron la cuna de una filosofía que tenía los ojos puestos (estaba despierta) en Oriente. ¿Y qué hubiera pasado si Grecia se hubiera “perdido” la llegada de Platón y Aristóteles? Los presocráticos, por sí mismos, tendrían el «derecho a ocupar un puesto destacado en la historia del pensamiento»2. Pero este no es lugar para hacer filosofía ficción, por lo que ocupémonos de los presocráticos y de esa filosofía donde el mito y la razón compusieron al alimón un relato que trataba de dar respuestas a los problemas fundamentales, siendo el más destacado (y el primero) el problema de la φύσις.

La φύσις era el problema fundamental. ¿Cómo se podía explicar este mundo donde el cambio es permanente? Los presocráticos necesitaban algo fijo y seguro para explicar tal mundo, y por eso empezaron a pensar que por debajo de todos aquellos fenómenos cambiantes tenía que haber una realidad fija en cuanto forma capaz de hacer llegar las cosas a ser. La realidad fija que encontraron fue la φύσις misma, o sea, un concepto unitario y fijo. Por tanto, ante el cambio de las “cosas”, los presocráticos supusieron que había una φύσις que proveía una “ley universal” para regir las mutaciones de aquéllas. Bien se puede decir que con tal concepto (“ley universal”) se desplegaba un antecedente central en la ciencia moderna. Por lo demás, obsérvese que se ha dicho que los presocráticos “supusieron” que había una φύσις. ¿Qué quiere decir esto? Que aquellos antiguos pensadores recurrieron a una especulación que iba, claro está, más allá de la experiencia, por lo que elaboraron, si se puede decir así, «teorías puramente racionales»3, lo que les hizo transitar de la Física a la Ontología y, en justa consecuencia, a una metafísica que todavía no había sido bautizada4.

1B.8 (trad. Marzoa 2013).

2Fraile, 2015.

3Ibíd.

4Una cuestión que sería interesante de tratar es si se puede considerar en ciertos aspectos la metafísica como un mito más.

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