El lado trágico de la metafísica

Desde hace tiempo, por ejemplo desde Parménides1, lo absoluto se acomoda en lo único y en lo inmutable. ¿Qué importa que Parménides sea o no sea el padre de la metafísica? Aquí lo que nos importa es la vertiente trágica de la metafísica. La metafísica está absolutamente asentada en un fundamento absoluto del que nos resulta imposible escapar. ¡Pero muchos luchamos contra este fundamento, contra este destino absoluto! He aquí nuestra tragedia, he aquí nuestra lucha perdida a priori. Hubo un tiempo en que Heidegger nos habló de la Gestell, una palabrita con la que describía un mundo metafísico tecnificado que cercaba, por decir así, a los seres humanos. Hoy no solemos hacer uso de esta palabrita, pero no cabe duda que seguimos atrapados en la Gestell. En realidad la Gestell tiene muchos nombres, por ejemplo, si nos ponemos cinéfilos, Matrix. Poned el nombre que queráis, pero el resultado será el mismo: espíritus temblorosos atravesados de parte a parte por una inexorable metafísica que somete a los seres humanos. El mismo Heidegger depositó una esperanza en la Ereignis, una suerte de acontecimiento liberador, o sea, dinamita para derribar los muros de la Gestell. Pero pensad en derredor. ¿Qué veis? Todos los mundos posibles sometidos a un mismo mundo metafísico que ningún filósofo es capaz de aniquilar con sus tesis postmetafísicas. Lo más trágico de todo es que cuantos más ataques sufre la metafísica más fuerte se hace ésta y, en consecuencia, se hace más destructora de lo único que tenemos: nuestra vida.

1Cf. DK 28 B8: “[…] οὖλον μουνογενές τε καὶ ἀτρεμὲς ἠ δ᾿ ἀτέλεστον […]” ([…] Entero y único, inmóvil y sin final […]).

Autor: F. Moa

Cuentista a tiempo parcial. Soy antifilósofo porque envidio la imaginación de los filósofos. Todo cambia (incluso las verdades).

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