Santo Tomás armoniza teología y filosofía

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Revisando la teoría de la significación de Sto. Tomás de Aquino

El lenguaje significa a los objetos y a los conceptos. Autores como Anselmo de Canterbury, Alberto Magno y Tomás de Aquino nos ofrecen posiciones complementarias sobre las diferentes formas de significación. Veamos ahora en qué consiste la teoría de la significación de Tomás de Aquino (ca. 1225-1274).

La cuestión central es: ¿cómo se puede formular correctamente la existencia y la esencia (“quidditas”1) de algo? El Aquinate desarrolla una respuesta a esta cuestión en su comentario al Περὶ Ἑρμηνείας (Sobre las Interpretación) de Aristóteles. Las pasiones del alma, señala Tomás apoyándose en Aristóteles (y también en Boecio), son percepciones surgidas del contacto alma-objeto2 que quedan guardadas en la memoria y que pueden representarse por medio de la imaginación. ¿Y cómo se pueden comunicar estas pasiones del alma? A través del lenguaje, o sea, las pasiones del alma son significadas en el lenguaje. Entonces, ahora la pregunta es: ¿cómo funciona esta “significación” que permite comunicar de un modo correcto las pasiones del alma, o sea, formular lo existente y la esencia (“quidditas”) de las cosas? La “significación” será correcta si lo que se significa se adecua con la realidad. Y para que esta “significación” sea correcta resulta imprescindible la actividad del intelecto: el intelecto compone y divide lo percibido, vale decir, lleva a cabo un proceso abstractivo con el que se constituyen conceptos que significan la esencia (“quidditas”) de las cosas percibidas por medio de las pasiones del alma. Con la ayuda de elementos de la lógica aristotélica, el Aquinate nos dice que si lo que se significa se adecua con la realidad entonces se significa algo verdadero y, con ello, se significa la existencia de algo que la tiene. Por el contrario, si no hay adecuación, entonces no se significa algo verdadero, pues se significa la existencia de algo que no la tiene. ¿Pero qué determina que haya o no haya adecuación? El juicio, pues éste juzga si lo que se significa se corresponde con la realidad, es decir, determina si es verdadero o falso lo significado.

Con su teoría de la significación, el Aquinate introduce elementos novedosos. Entre ellos hay que destacar el uso del lenguaje como vehículo de expresión del pensamiento de la comunidad. El hombre es –siguiendo al Estagirita– un animal político y social, por lo que le resulta imprescindible poder hacer conocer sus pensamientos a los demás por medio del lenguaje. Esta comunicación es posible en la medida en que las pasiones del alma son las mismas para todos: la abstracción de tales pasiones llevada a cabo por el intelecto, pues, genera conceptos simples que dotan de significado a las palabras, estando así estas palabras cargadas con unos significados que son los mismos para todos (habida cuenta de que las pasiones del alma son las mismas para todos). Compartir los mismos significados, en efecto, permite la comunicación y, en última instancia, la convivencia humana. Otro elemento novedoso que introduce el Aquinate con su teoría de la significación es el juicio: la actividad de juzgar en la que intervienen las sensaciones, los conceptos simples y los enunciados de los objetos que pueden estar de acuerdo, o no, con los objetos fuera del intelecto. El juicio determina si lo que se significa se corresponde con la realidad, o sea, determina finalmente si lo enunciado, por ejemplo “eso es oro”, es verdadero o falso.

1“Quidditas” es un término escolástico que alude a la esencia expresada en la definición.

2Dicho de otro modo: los sentidos reciben la información de los objetos externos.

La teología cristiana de Santo Tomás

En el siglo XIII los géneros filosóficos cambian de rumbo: se pasa de los comentarios de los textos de los grandes autores –v.g. Aristóteles– a una exposición normalizada de la filosofía y la doctrina cristiana. Tenemos que situar a Tomás de Aquino en este contexto cuando redacta su Summa Theologiae, una de las obras más importantes de la escolástica.

En Summa Theologiae encontramos expuesta la necesidad de una doctrina sagrada conocida por revelación que supere los límites de las disciplinas filosóficas, esto es, los límites de la razón humana. La razón alcanza ciertas verdades –incluso algunas relativas a Dios–, pero la verdadera sabiduría va más allá, pues tiene un carácter salvífico: el saber de la revelación salva al hombre. La revelación está contenida en las Sagradas Escrituras y su captación intelectual está exenta de demostraciones. El Aquinate lleva a cabo una armonización entre el orden natural de las cosas que es atendida por la filosofía y el orden sobrenatural expresado en la revelación de Dios, esto es, la vertiente teológica que se apoya en la fe. Ambos ámbitos, la filosofía y la teología (razón y fe) tienen una misma fuente que es incuestionable y libre de toda contradicción: Dios. Estos dos ámbitos se benefician mutuamente, pues la revelación orienta a la razón para evitar errores e indica el fin de sus investigaciones, en tanto que la razón se pone al servicio de la fe para aclararla, ilustrarla y defenderla.

En conclusión, Tomás de Aquino armoniza la filosofía y la teología para crear lo que es la teología cristiana, un sistema donde la filosofía queda al servicio de las cuestiones de la fe cristiana. Como dicen algunos autores en relación a la propuesta del Aquinate, aquí Dios es el verdadero tema de la filosofía. Esto, pues, nos recuerda aquel adagio que reza: Philosophia ancilla theologiae.

Tomás de Aquino y su armonización entre fe y razón

Los géneros filosóficos se ven sometidos a un profundo cambio de rumbo en el siglo XIII: se pasa de los comentarios de texto de grandes autores –como por ejemplo Aristóteles y Boecio– a una exposición normalizada de la filosofía y la doctrina cristiana. A Tomás de Aquino (ca. 1225-1274) lo tenemos que situar en este contexto cuando trata la cuestión de la relación entre la filosofía y la teología…

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