Platón: Menón y el esclavo

En el diálogo Menón de Platón, Sócrates mantiene un diálogo –sistema de preguntas y respuestas– con un eslavo, logrando el filósofo que aquél manifieste un conocimiento que ya estaba latente en su alma (teoría de la reminiscencia platónica1). El objetivo de Platón en este diálogo no es otro que discutir el origen del conocimiento. Pero más allá de este objetivo, con este diálogo tenemos ante nosotros el único testimonio de la antigua Grecia que nos informa de cómo se desarrollaba un procedimiento geométrico para llegar a ciertas verdades: haciendo representaciones a través de diagramas a partir de los que se van deduciendo cosas sobre ellos.

Es evidente la importancia que tenía la geometría en la filosofía de Platón: la geometría la consideraba una fuente de ideas y ejemplos en su filosofía. Ahora bien, en el filósofo ateniense no concebía la geometría como un fin en sí mismo, sino como un medio para avanzar en el pensamiento filosófico. Lo cierto es que se exageró el interés de Platón por la geometría a lo largo de la historia2. Históricamente –durante más de dos mil años– se ha vinculado Euclides con Platón y esta vinculación ha resultado estar fundamentada con una confusión, a saber: creer que Euclides de Mégara era el Euclides de Elementos.

Sócrates marcó acaso de un modo inconsciente el inicio del culmen de la filosofía griega. A partir de sus enseñanzas emergieron diferentes escuelas, algunas de ellas antagónicas entre sí, lo cual no es de extrañar dada la compleja y “manipulada” figura de Sócrates. Fundaron escuelas Platón, Fedón, Antístenes, Aristipo y Euclides.[…]La fundó

[la escuela megárica] Euclides de Megara. Combina la doctrina socrática con la de Parménides, es decir, el Bien socrático con el ser del eleata. Busca con ello un fundamento ontológico de la moral.3

1«Lo propio del alma es el pensamiento. El alma se pone en relación con las realidades inteligibles, esto es, con las Ideas. Hay parentesco entre las almas y las Ideas. El alma es una realidad eterna, concreta e invisible que participa de la Idea de Vida (ζωῆς εἶδος). Tal eternidad le otorga su estatus de preexistencia respecto al cuerpo y la posibilidad de la reminiscencia.» (Moa, F., De Tales a Aristóteles: Lo esencial, 2021, pp. 110-111).

2La tradición habla de una inscripción que figuraba en la entrada de la Academia que rezaba: ἀγεωμέτρητος μηδεὶς εἰσίτω (Nadie ignorante en geometría entre aquí).

3Moa, F., De Tales a Aristóteles: Lo esencial, 2021, p. 72 y p.74.

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