Con el átomo y el vacío Epicuro rechaza la teleología

Lucrecio II, 1007-1022

Y no creas que en los átomos eternos puedan residir las cualidades que vemos flotar en la superficie de las cosas, ora naciendo ora desapareciendo de súbito. También en nuestros versos es muy importante cómo cada letra se combina con otras y en qué orden se disponen; pues unas mismas designan el cielo, el mar, las tierras, los ríos, el sol, unas mismas las mieses, árboles, animales; aunque no todas, la gran mayoría son semejantes; mas los vocablos discrepan por su disposición. Así en las cosas mismas, cuando se alteran los concursos, movimientos, orden, posiciones y figuras de los átomos, deben aquéllas también alterarse. (Trad. E. Valentí Fiol).

Interpretación

Observamos que las cosas nacen y perecen. Pero vemos que las cosas nacen de algo y que «existe algo en que las cosas desaparecen.»1 A partir de estas observaciones de las cosas, Epicuro llega a unas conclusiones metafísica: «A) Nada puede provenir de nada. B) Nada puede ser convertido en Nada.»2. Las cosas que vemos son cuerpos que se mueven en el vacío, por lo que «todas las cosas han de ser reducibles a cuerpo y vacío.»3 Ahora bien, hay dos clases de cuerpos, a saber, «los compuestos y las unidades de las cuales se forman los compuestos.»4 La existencia de los cuerpos la atestigua la sensación, pero tales cuerpos son, en concreto, compuestos. Y estando los cuerpos que observamos –cuerpos compuestos– sometidos al nacer y el perecer, el entendimiento infiere que los cuerpos no-compuestos «han de ser limitados respecto al cambio y la destrucción. Epicuro lo expresa así: “Y estos cuerpos ([…] los no-compuestos) son indivisibles e inmutables, ni todas las cosas no han de ser destruidas en el no-ser, sino que han de perdurar a salvo de la disolución de los compuestos […]” (Ep. Hdt. 39-41.»5 Tales cuerpos no-compuestos son eternos y no son otros que los “invisibles” átomos «No vemos los átomos, mas lo que vemos, nacimiento y muerte, crecimiento y decadencia, nos obliga a suponer la existencia de cuerpos que son inmutables y totalmente impenetrables.»6

Todos los objetos que experimentamos son compuestos de átomos y vacío. De hecho, «el todo consiste en átomos y vacío.»7 A juicio de Epicuro, los átomos tienen innumerables formas diferentes –pero no infinitas– para dar cuenta de la variedad de las cosas. Los átomos, además, están sujetos a un movimiento continuo y poseen peso y volumen. «Todas las otras propiedades de que tenemos experiencia se explican por las distribuciones resultantes cuando se combinan una pluralidad de átomos y vacío. Los átomos, en cuanto tales, no son cálidos ni fríos, con color o sonoros […] (Ep. Hdt., 42-4; 68-9).»8 Por tanto, los átomos, al igual que con Demócrito, no tienen caracteres estrictamente cualitativos9.

Tanto Demócrito como después Epicuro convinieron en que los átomos están siempre en movimiento, «mas Demócrito suponía casi seguramente que el curso que toma todo átomo, en relación con otro cualquiera, es por completo debido al azar.»10 Epicuro, en contra de Demócrito, sostuvo que el peso es una propiedad necesaria del átomo y que su movimiento natural es hacia abajo. Escuchemos a Lucrecio:

Deseo también que sepas, a este propósito, que cuando los átomos caen en línea recta a través del vacío en virtud de su propio peso, en un momento indeterminado y en indeterminado lugar se desvían un poco, lo suficiente para poder decir que su movimiento ha variado. Que si no declinaran los principios, caerían todos hacia abajo cual gotas de lluvia, por el abismo del vacío, y no se producirían entre ellos ni choques ni golpes: así la Naturaleza nunca habría creado nada. (Cf. Lucrecio, II, 216-250).

«Los movimientos de un átomo y, por tanto, cualquier consecuencia de su movimiento, no son enteramente predecibles.»11 El desvío de los átomos provoca choques entre ellos posibilitando el nacimiento del cosmos y, en definitiva, de todas las cosas. Cicerón critica este desvío fortuito, puesto que ello comporta la imposibilidad de la existencia de una ciencia que parte del estudio de las causas de los fenómenos. El desvío atómico, además, tiene consecuencias en la teoría de Epicuro acerca de la acción humana –la libertad–, pero de tal cosa ya se ha hablado en otro lugar. La formación de los cuerpos compuestos a partir de los choques provocados por los desvíos de átomos se puede explicar del siguiente modo: «[…] puede suceder, a veces, que átomos en choque, a pesar de su tendencia al rebote, queden entrelazados y formen un compuesto temporal y aparentemente estable. El compuesto así formado es, de hecho, una entidad dinámica, una colección de átomos moviéndose, a la vez, de modo normal hacia abajo y por los efectos de golpes y roturas. Mas a menudo presentará la apariencia de algo estable.»12

Hemos visto la epicúrea distinción fundamental entre cuerpos compuestos y cuerpos no-compuestos (átomos). También hemos comprobado que para Epicuro «[…] todas las propiedades de las cosas, fuera del tamaño, la figura, el peso y el movimiento, son secundarias. Es decir, son propiedades que no pueden ser afirmadas de átomos, sino sólo de aquellos cuerpos compuestos que los átomos pueden formar.»13 Epicuro, con su teoría atómica como fundamento ontológico de las cosas, rechaza la teoría de los cuatro elementos que atraviesa la filosofía griega desde Empédocles hasta el neoplatonismo. Epicuro trataba de proporcionar una explicación de cómo se estructuran las cosas, una explicación que aspiraba a ser coherente con los datos empíricos y «[…] piscológicamente reconfortante, en cuanto que descartaba la necesidad de una causalidad divina y cualquier otra forma de teleología.»14 Pero la renuncia del fundador del Jardín a la teleología a partir de los átomos y el vacío es, tal vez, un intento de explicar mucho con demasiado poco, pues resulta difícil conciliar su teoría atomista –explica Long– con fenómenos tales como la reproducción biológica15.

1Long, 1974, p. 40.

2Ibíd.

3Ibíd., p. 41.

4Ibíd.

5Ibíd.

6Ibíd.

7Epicuro, Carta a Heródoto, 39-40.

8Long, op. cit., p. 41.

9Epicuro hará una excepción con los átomos que constituyen el alma para justificar que los placeres del alma son superiores a los del cuerpo.

10Long, op. cit., p. 44.

11Ibíd., p. 46.

12Ibíd.

13Ibíd., p. 47.

14Ibíd., p. 48.

15Ibíd., p. 49

Escepticismo extremo y escepticismo moderado

En el mundo helenístico el dogmatismo está representado sobre todo por el estoicismo. Y el estoicismo es “acompañado” por el escepticismo como si fuera su sombra. El dogmático afirma la posibilidad de un conocimiento racional definitivo de la realidad en tanto que el escéptico lo pone en cuestión. Tal cuestionamiento tiene una motivación concreta: «El escéptico desea purgar la vida de todo compromiso cognitivo y toda creencia, y con la intencionalidad práctica: liberarse de la inquietud.»1 Para hacer efectiva esta purga, el escéptico, se abstiene a juzgar, esto es, lleva a cabo la supresión del juicio (epochê)…

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Carnéades critica el determinismo de Crisipo

Siguiendo a Carnéades, Cicerón critica de forma indirecta la teoría estoica de la causalidad (determinismo). Crisipo presupone un λόγος absoluto que, de alguna manera, no deja espacio para una voluntad libre –la voluntad del hombre–, lo cual no es aceptado por Cicerón ni por Carnéades. Pero Crisipo trata de conciliar ese determinismo estoico con cierta libertad y, para ello, supone que la responsabilidad fundamental del asentimiento debe buscarse en el carácter individual de los sujetos, vale decir, el fatum para Crisipo no actúa sobre la acción directamente por medio de la representación, sino indirectamente a través del carácter del sujeto. Por eso, con Crisipo, se puede decir que el hombre es actor de sus acciones y, en justa consecuencia, no puede hacerse a la fortuna responsable directa de aquéllas.

Apunta Long que la «[…] agudeza filosófica de Carnéades se demuestra particularmente en su tratamiento de la libertad de la voluntad.»1 El De fato de Cicerón es en este asunto el principal testimonio. La teoría del clinamen de los epicúreos fue combatida por los estoicos apoyándose en la siguiente suposición: «[…] que el movimiento o efecto ha de tener una causa antecedente.»2 Crisipo argumentó tal suposición como sigue:

Si hay un movimiento sin causa, no toda proposición… será verdadera o falsa: pues aquella que no requiere causas eficientes, no será verdadera o falsa; luego no hay movimiento sin causa. Mas si esto es así, todo cuanto acontece sucede como resultado de causas antecedentes; y si tal es el caso, entonces acontece como resultado del destino. Sígase, por tanto, que todo cuanto sucede acontece como resultado del destino. (Fat., X, 20-21)

Aquí Carnéades, en contra de Crisipo, dice que hay cosas que no acontecen como resultado de causas antecedentes, y pone como ejemplo aquel que tiene que ver con la voluntad del hombre: el movimiento de la mente es un movimiento voluntario. Esto significa que el movimiento de la mente está a nuestro alcance, por lo que queda tal movimiento deslindado de una causa antecedente. Además, también en contra de Crisipo, Carnéades señala que inferir el determinismo a partir de la premisa toda proposición es verdadera o falsa3, no es correcto. Crisipo realiza tal inferencia según vemos con Cicerón:

Los sucesos futuros verdaderos no pueden ser tales que no posean causas en virtud de las cuales acaezcan; por consiguiente, lo que es verdadero ha de poseer causas; y así cuando ellos (sc., los sucesos futuros) acaezcan, habrán acaecido como resultado del destino.

Es importante remarcar que Crisipo sigue refiriéndose siempre a causas antecedentes. Carnéades replica a Crisipo argumentando «[…] que ni una predicación prueba ser verdadera, por ejemplo Escipión conquistará Numancia, esto no nos dice nada sobre el determinismo. Es simplemente un hecho lógico acerca de proposiciones que si cierto suceso E tiene lugar, entonces era verdad antes del suceso que E tuviera lugar.»4 Tenemos, pues que el error de Crisipo consiste en tratar de fundamentar el determinismo a través de una premisa acerca de la verdad de las proposiciones. Y este error lo saca a la luz Carnéades distinguiendo dos sentidos de necesidad: «De la proposición que E tendrá lugar es verdad sígase que E debe suceder. Mas debe aquí se refiere a la necesidad lógica no a la causal. Fue un considerable logro por parte de Carnéades el haber distinguido esos dos sentidos de necesidad […]»5

Hay que aclarar, siguiendo a Salvador Mas, que tenemos dos clases de determinismo: el causal y el lógico-epistemológico. «Las fuentes antiguas no distinguen con claridad entre el determinismo lógico y el epistemológico, aquél que afirma que hay quien sabe qué ocurrirá en el futuro. Esta forma de determinismo suele emplearse para ilustrar el lógico: aunque las proposiciones referidas al futuro sean desde siempre o verdaderas o falsas, los humanos lo ignoramos; sólo lo saben un dios o un adivino.»6 Fatum (lo dicho) es un participio sustantivado del verbo fari que significa decir o hablar. El fatum –desde el punto de vista místico-religioso– es verdadero, pues es lo que decretan los dioses que habrá de suceder a los individuos, las ciudades los pueblos etcétera. Los defensores del determinismo causal dan una validez absoluta al principio de causalidad –nada acontece que no tenga una causa–; todo forma parte de una infinita cadena que va desde el pasado más remoto al futuro más lejano. Esta cadena desplegada por el fatum no deja espacio para la libertad. El fatum es lo que los griegos llamaban heimarménê, la cual enlaza y conecta, según explica Crisipo, todas las cosas. El determinismo lógico-epistemológico se fundamenta en el concepto de verdad: todos los enunciados son verdaderos o falsos –esto es lo que defiende Crisipo–. El problema surge con las proposiciones referidas al futuro: «Si el futuro todavía no es real ahora, el acontecer de un suceso venidero no puede determinar ya en el presente la verdad o la falsedad de un enunciado referido a este suceso. Desde esta concepción del tiempo es plausible aceptar una condición de verdad para los enunciados referidos al futuro cuya satisfacción garantice, ya en el presente, la verdad de tales enunciados referidos al futuro. Lo dicho en el presente –así lo afirmarían los partidarios del determinismo lógico– fija las condiciones de verdad de los enunciados referidos al futuro.»7

Carnéades afirma que hay, en efecto, causas de ciertos sucesos, pero no son causas contenidas en la naturaleza del universo. Tales causas son contingentes. Long advierte que no está claro que Carnéades pensase que pudieran darse algunos sucesos por necesidad.

Llegados hasta aquí, la pregunta que nos podemos hacer ahora es: ¿Creía Carnéades en la libre voluntad? Observemos el argumento que Cicerón atribuye al pensador escéptico:

Si todos los sucesos son resultado de causas antecedentes, todos ellos están ligados y constreñidos por un encadenamiento natural. Mas si ello es así, todo se produce por necesidad; y si tal es el caso, nada está en nuestro poder. Ahora bien, hay algo en nuestro poder. Mas si todo se produce por el destino, todo acaece como resultado de causas antecedentes; luego todo cuanto acaece no acaece como resultado del destino. (Fat., XIV, 31)

El argumento de Carnéades, tal como se puede comprobar, se apoya en la premisa algo hay en nuestro poder para poner en entredicho el destino. Tal vez el pensador escéptico presupone la verdad de esta premisa que fundamenta, por decir así, la libre voluntad, sólo para refutar el determinismo estoico y, en concreto, ese determinismo que Crisipo trata de conciliar con la libertad dando lugar a una suerte de doctrina de las cosas posibles que, en efecto, no está exenta de problemas:

Y su doctrina de las cosas posibles ¿cómo no va a contradecirse con su doctrina del Destino? Pues si para Crisipo lo posible no es, como sostiene Diodoro, aquello que o bien es verdad o bien lo será, sino que todo cuanto es susceptible de suceder, aunque no vaya a suceder, es posible, serán posibles muchas cosas que no están de acuerdo con el Destino. (Cf. Plutarco, De Stoic repug. 1055e-1056d)

Crisipo, en efecto, quiso sustituir un nexo consensual unidemensional de acontecimientos actuales por una red multidimensional de acontecimientos potenciales, todos igualmente posibles en el marco del fatum, pero solo uno de los cuales acontece8. Como se ha podido ver, esta doctrina de las cosas posibles que necesariamente involucra una libre voluntad que está condicionada por el carácter de un sujeto, resulta incompatible, desde la perspectiva escéptica de Carnéades, con el determinismo del estoico.

1A. Long, A, La filosofía helenística. Estoicos , epicúreos, escépticos, Alianza editorial, 1974, p. 105.

2Ibíd.

3Cf. Cicerón, De fato 20-21.

4Long, op.cit., p. 106.

5Ibíd., p. 107.

6Mas, S., Artículo “DETERMINISMO, FATALISMO, NECESIDAD: CICERÓN CONTRA LOS ESTOICOS”, PENSAMIENTO, vol. 71 (2015), núm. 267, p. 661.

7Ibíd., p. 660.

8Salvador Mas en el foro de la Historia de la Filosofía II de la UNED en el curso 2020/2021.

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