Con Parménides la eternidad ha “liquidado” la posibilidad de un pasado y un futuro en el que pueda desarrollarse, por decir así, el devenir:
El Ser es eterno e inmóvil y es lo único que existe. Por tanto, el Ser es uno (ἕν) y queda descartada la posibilidad de que haya un tiempo en el que pueda acontecer algún cambio. El Ser ni fue alguna vez ni será (οὐδέ ποτ᾿ ἦν οὐδ᾿ ἔσται), sino que es siempre y en todo momento el mismo.
Escuchemos a Kirk y Raven sobre la cuestión del “tiempo” parmenídeo:
Es probable que lo que Parménides pretenda adscribir a lo que es sea una existencia en un eterno presente no sometido a distinciones temporales de ninguna clase.
Guthrie, por su parte, nos habla del ser de Parménides como una realidad sin límites temporales que resulta radicalmente opuesta a la idea del ser en cuanto realidad con límite:
Creo que la inclusión de peírata, cadenas envolventes o límites, en contextos espaciales no tiene mayor significación que la aludida. La situación temporal es diferente; de hecho, diametralmente contraria. Si «lo que es» tiene que existir completamente en cada momento y no dejar de existir nunca ni un momento, en ningún sentido o bajo ningún concepto, no tiene que tener límites temporales; y la idea de una realidad sin límites temporales no le fue extraña a Parménides, y había sido propuesta por un pensador al que él debía mucho, Jenófanes. De no tener, en cambio, el ser límites espaciales, según las ideas de la época no podría existir nunca completamente. Así lo dice en los vv. 29 y sigs.: «permanece firme donde está, ya que Anánké lo tiene en las envolventes cadenas, que lo rodean por todas partes, porque no le es lícito a lo que es poder ser incompleto». Y de forma similar, en los vv. 42-43, «puesto que hay un límite último, es completo por todas partes, como la masa de un balón bien redondo».
La eternidad del ser parmenídeo se deslinda de límites temporales, por eso el ser es “temporalmente” sin final (ἠδ᾿ ἀτέλεστον). Es decir, el ser queda libre de agotamiento, esto es, de dejar de ser. Y en este sentido pasa lo mismo con el ser heraclíteo, o sea, ese λόγος que es también fuego siempre viviente (πῦρ ἀείζωον) que nunca deja de ser. El ser del efesio, en efecto, es tan eterno como del de eléata, y tal vez en el siguiente fragmento de aquél se manifiesta la eternidad del ser en su “versión” más oracular o enigmática :
Αἰών es un niño jugando, que juega a las tabas: de un niño es el mando.
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Αἰὼν παῖς ἐστι παίζων, πεσσεύων· παιδὸς ἡ βασιληίη.
Tan enigmático resulta este fragmento que Guthrie llega a decir:
De este fragmento sólo puedo decir con Gigon que es uno de ésos «vor denen wir Kapitulieren müssen» [ante los cuales tenemos que rendimos].
Cuando expuse en “Desde Éfeso: Heráclito” este fragmento traduje αἰών como “El tiempo”, pero en este tiempo me he dado cuenta que es mejor dejarlo sin traducir –del mismo modo que ya descarté en su momento traducir λόγος– en la medida que cualquier traducción no hace justicia a la palabra griega, sino injusticia en forma de enmascaramiento distorsionador. Si pensamos el término αἰών revisando el libro Heraclito de Agustín García Calvo, podemos llegar a la siguiente conclusión: […] tenemos un concepto de aión que, frente al de chrónos, apunta a un tiempo que no pasa, esto es, a la eternidad. Y es que aión deriva del adverbio aieí (siempre), por lo que aión puede considerarse como el tiempo todo de una vez, en tanto que chrónos se refiere al tiempo que pasa.
Obsérvese que αἰών hunde sus raíces en el adverbio ἀεί y que éste se “integra” en el fuego siempre viviente (πῦρ ἀείζωον), el cual es la expresión ígnea del eterno λόγος, del eterno ser que concibe el efesio. Marzoa, por su parte, vincula el αἰών con el λόγος y, además, con la μοῖρα y la φύσις. Esta vinculación no deja de ser la expresión de una síntesis: la realidad que está dirigida por la inocente mano de un niño eterno que es ley. Aquí las metáforas vuelan del mismo modo que vuelan las interpretaciones, en efecto, y por eso podemos ver a ese niño que es radical eternidad dirigiendo el mundo desde el instante eterno del rayo:
Y todas las cosas las dirige el rayo.
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Τὰ δὲ πάντα οἰακίζει Κεραυνός.
La eternidad, como acabamos de comprobar de un modo sucinto, atraviesa el pensamiento del efesio y del eléata. Y esto resulta “normal” en la medida en que ambos pensadores iniciales griegos elevan sus doctrinas a través del ser. Prestemos atención a las siguientes palabras de Heidegger:
La palabra del tiempo “ser” nombra, como la palabra de todas las palabras, “el tiempo de todos los tiempos” […] Ser y tiempo se copertenecen de manera inicial. Al menos una vez el pensar debe pensar este ir juntos de “ser y tiempo”.
Cf. DK 28 B 8.
Moa, 2021 (c), p. 43.
Kirk-Raven, 1997, p. 333.
Guthrie, 1993, pp. 59-60.
Cf. DK 28 B 8.
Cf. DK 22 B 30.
DK 22 B 52.
Guthrie, 2004, p. 450.
Moa, 2021 (b), p. 97.
Ibíd., p. 98.
DK 22 B 64.
Heidegger, 2012 (I), p. 80.