Tenemos en aquel mundo del pensamiento inicial griego a dos profetas de la verdad que de algún modo constituyen en gran medida el fundamento de la filosofía occidental. Estos profetas son Heráclito y Parménides. Escuchemos a Heidegger:
Según la cronología, han trascendido dos mil quinientos años desde el comienzo del pensar occidental. No obstante en el pensar de ambos pensadores [Παρμενίδης καὶ Ἡράκλειτος] nunca ha sido afectado por el paso de los años y los siglos.
¿Pero por qué los llamo a Heráclito y Parménides profetas de la verdad? Me he permitido tomar esta expresión de Nietzsche cuando explica:
Mientras que en cada palabra de Heráclito se expresan el orgullo y la majestad de la verdad –de la verdad captada mediante la intuición, no de aquella que se alcanza con la escala de la cuerda de la lógica–; mientras que con sibilino embeleso Heráclito contempla, pero no escudriña; conoce pero no calcula; vemos en su contemporáneo Parménides, que si lo comparamos con él, la imagen contrapuesta. Éste encarna también el tipo de profeta de la verdad; está hecho, por así decirlo, de hielo, no de fuego, y despide a su alrededor una luz gélida y punzante.
Como podemos apreciar, Nietzsche nos habla de una contraposición Heráclito-Parménides que arranca, por decirlo de alguna manera, desde los momentos más tempranos de la filosofía occidental. La tradición nos ofrece el hábito, la costumbre, y de ordinario se la juzga como verdadera. Pero hagamos caso al consejo que da la diosa al muchacho en el poema de Parménides:
[…] y que el hábito muy ejercitado no te fuerce, a través de este camino […]
—
[…] μηδέ σ᾿ ἔθος πολύπειρον ὁδὸν κατὰ τήνδε βιάσθω […]
No nos dejemos, pues, conducir por el camino (ὁδός) dado por la fuerza de la costumbre (ἔθος), en nuestro caso por la fuerza de una tradición hermenéutica que afirma la radical contraposición del pensamiento de Heráclito frente al de Parménides. Antes de aceptar una tradición tenemos el deber de examinarla de un modo crítico. Después de este examen se podrá de un modo legítimo aceptarla o no.
La interpretación tradicional –sobre todo afectada por la mirada platónica– nos ofrece un enfrentamiento irreconciliable entre la doctrina del efesio y el eléata. Tal interpretación nos viene a decir que la filosofía de Heráclito se sustenta sobre dos ideas: el todo fluye y nada permanece (πάντα ῥεῖ) y la unidad de contrarios. En cuanto a la doctrina de Parménides, la referida interpretación afirma que la doctrina del eléata se eleva a partir de la unidad e inmovilidad del Ser. Marzoa nos resume este enfrentamiento irreconciliable como sigue:
Así se llega a una de las tesis fundamentales de la exposición habitual y convencional de la historia de la filosofía griega: que Parménides y Heráclito son dos polos opuestos; que el primero defendió el ser y negó el movimiento; que el segundo afirmo que sólo hay movimiento y que no hay ser, que no hay determinaciones fijas.
Por tanto, desde la perspectiva de la interpretación tradicional de marras: Heráclito construye su pensamiento a partir de la diversidad y la movilidad y Parménides con la unidad y la inmutabilidad. La cuestión que quiero ahora plantear es la siguiente: ¿Hasta qué punto es cierta esta interpretación tradicional? Marzoa sospecha que no es del todo correcta y nos anima a que la critiquemos. Para empezar, el filósofo español advierte que resulta extraño que estos dos polos opuestos del pensamiento inicial griego comiencen sus “obras” apuntando en una misma dirección. Y es que en los primeros versos del poema de Parménides (DK 28 B1) la diosa innominadadice al muchacho:
Ahora bien, es preciso que te enteres de todo,
tanto del corazón sin temblor de la bien redonda Verdad,
como de las apariencias de los mortales,
en las que no hay convicción verdadera.
—
Χρεὼ δέ σε πάντα πυθέσθαι
ἠμὲν Ἀληθείης εὐκυκλέος ἀτρεμὲς ἦτορ
ἠδὲ βροτῶν δόξας, ταῖς οὐκ ἔνι πίστις ἀληθής.
La diosa está contraponiendo la verdad (ἀληθείη) y los pareceres de los mortales (βροτῶν δόξαι), esto es, las opiniones que los hombres elaboran a partir de lo que ven a través de los sentidos. Heráclito, por su parte, empieza su libro señalando la incapacidad de los mortales a la hora de desvelar la verdad que reside en el λóγος. Esto lo podemos comprobar leyendo la primera frase del fragmento DK 22 B1:
Este λóγος, siendo siempre el mismo, pasan los hombres incapaces de entenderlo tanto antes de haberlo escuchado como después de haberlo oído.
—
Τοῦδε λόγου, τοῦδ’ ἐόντος ἀεὶ, ἀξύνετοι γίγνονται ἄνθρωποι καὶ πρόσθεν ἢ ἀκοῦσαι καὶ ἀκούσαντες τὸ πρῶτον.
Llegados hasta aquí, surge una pregunta que Marzoa expone de la siguiente manera: ¿No será el λóγος [de Heráclito] lo mismo que la ἀληθείη de Parménides?
Con lo recién planteado empieza ahora nuestra investigación, la cual pretende escrutar el pensamiento de Heráclito y Parménides que se nos manifiesta después de dos mil quinientos años a través de una interpretación tradicional que ponemos en duda. Queremos pensar más allá de una tradicional oposición, más allá de lo dado, más allá de un aquí que se ha llegado por el camino de la costumbre. Ansiamos dar un paso libre en dirección a una verdad que siempre se obstina en situarse en la línea del horizonte. Este paso sólo es posible si nuestra admiración por el pensamiento inicial griego es sentido. Sólo con la pasión por el pensamiento griego podemos emprender esta marcha en dirección a la filosofía inicial griega.
A juicio de Heidegger los pensadores iniciales griegos son Anaximandro, Heráclito y Parménides. En este trabajo utilizo la expresión pensadores iniciales para referirme al efesio y al eléata.
Heidegger, 1999, p. 2005.
Nietzsche, 2004, p. 75.
Cf. DK 28 B7.
Marzoa, 2013, p. 52.
La diosa que habla al muchacho –al poeta, o sea, a Parménides– no recibe ningún nombre a lo largo de todos los versos. Heidegger sugiere que esta diosa es la diosa Verdad.
Marzoa, op.cit. p. 54.